DISCERNIR UNA VOCACIÓN
P. Anthony Bannon, L.C.
A lo largo de los años he tenido la oportunidad de hablar con muchos jóvenes que me decían que estaban discerniendo si tenían vocación al sacerdocio o a la vida consagrada, y les he tenido que decir para su sorpresa, que iban por el camino equivocado, ya que no deberían discernir sino hacer otras cosas.
Déjame explicarte antes de que pienses que estoy contra las vocaciones.
El gran problema cuando se discierne, al menos hasta donde yo lo entiendo, es este: muchas veces se convierte lo que debería de ser una conversación vital con Dios, la experiencia del aliento de Dios en la propia vida, el moverse de nuestras aspiraciones más nobles y más profundas, en un frío examen y cálculo de riesgos, preferencias y premios, y en una continua búsqueda de pruebas. En lugar de incrementar la confianza, el discernimiento -- entendido como muchos lo hacen la ahoga, nos roba la búsqueda de toda inspiración, y anula el amor como un factor en nuestra decisión.
La naturaleza del discernimiento tiene algo que ver con esto, y también con el hecho de que en relación con la vocación, el discernimiento es solo un elemento, y quizá el factor del que menos control tenemos, pero atrae gran parte de nuestra atención y es el elemento que más nos interesa.
Contemplando todo el contexto.
La verdad fundamental sobre la vocación es que su origen no proviene de nosotros mismos, sino de Dios. Es Dios quien llama. Desde el momento en que nos creó, él tiene un plan para cada uno de nosotros. De esto se sigue que Dios en su providencia e inteligencia se asegurará de que recibamos las indicaciones necesarias de lo que él quiere de nosotros. No tenemos que preocuparnos de esto.
La otra parte de la ecuación es que para que el plan de Dios se haga realidad, tenemos que percibirlo y actuarlo. Esta percepción y aceptación debe ocurrir en todos los niveles de nuestra persona: no solo en el nivel intelectual sino también en el espiritual y emocional.
Aunque una persona rece por su vocación, lo que normalmente entendemos como discernimiento es en realidad el proceso para convencer el escepticismo de nuestro intelecto porque no queremos tener vocación. Así de sencillo. Esto por lo tanto indica muchas veces una omisión.
Por ejemplo, no tomamos muchas veces como un factor el deseo que tenemos para aceptar nuestra vocación -- ni tampoco consideramos la influencia que este deseo tiene sobre nuestra capacidad para percibirla, ni los obstáculos que puede haber dentro de nosotros para percibirla o ponerla en práctica. Y sin embargo, todo esto tiene graves consecuencias en nuestra búsqueda vocacional. Y frecuentemente son los factores ocultos para determinar el éxito o el fracaso.
ESTO CONTINUA....
P. Anthony Bannon, L.C.
A lo largo de los años he tenido la oportunidad de hablar con muchos jóvenes que me decían que estaban discerniendo si tenían vocación al sacerdocio o a la vida consagrada, y les he tenido que decir para su sorpresa, que iban por el camino equivocado, ya que no deberían discernir sino hacer otras cosas.
Déjame explicarte antes de que pienses que estoy contra las vocaciones.
El gran problema cuando se discierne, al menos hasta donde yo lo entiendo, es este: muchas veces se convierte lo que debería de ser una conversación vital con Dios, la experiencia del aliento de Dios en la propia vida, el moverse de nuestras aspiraciones más nobles y más profundas, en un frío examen y cálculo de riesgos, preferencias y premios, y en una continua búsqueda de pruebas. En lugar de incrementar la confianza, el discernimiento -- entendido como muchos lo hacen la ahoga, nos roba la búsqueda de toda inspiración, y anula el amor como un factor en nuestra decisión.
La naturaleza del discernimiento tiene algo que ver con esto, y también con el hecho de que en relación con la vocación, el discernimiento es solo un elemento, y quizá el factor del que menos control tenemos, pero atrae gran parte de nuestra atención y es el elemento que más nos interesa.
Contemplando todo el contexto.
La verdad fundamental sobre la vocación es que su origen no proviene de nosotros mismos, sino de Dios. Es Dios quien llama. Desde el momento en que nos creó, él tiene un plan para cada uno de nosotros. De esto se sigue que Dios en su providencia e inteligencia se asegurará de que recibamos las indicaciones necesarias de lo que él quiere de nosotros. No tenemos que preocuparnos de esto.
La otra parte de la ecuación es que para que el plan de Dios se haga realidad, tenemos que percibirlo y actuarlo. Esta percepción y aceptación debe ocurrir en todos los niveles de nuestra persona: no solo en el nivel intelectual sino también en el espiritual y emocional.
Aunque una persona rece por su vocación, lo que normalmente entendemos como discernimiento es en realidad el proceso para convencer el escepticismo de nuestro intelecto porque no queremos tener vocación. Así de sencillo. Esto por lo tanto indica muchas veces una omisión.
Por ejemplo, no tomamos muchas veces como un factor el deseo que tenemos para aceptar nuestra vocación -- ni tampoco consideramos la influencia que este deseo tiene sobre nuestra capacidad para percibirla, ni los obstáculos que puede haber dentro de nosotros para percibirla o ponerla en práctica. Y sin embargo, todo esto tiene graves consecuencias en nuestra búsqueda vocacional. Y frecuentemente son los factores ocultos para determinar el éxito o el fracaso.
ESTO CONTINUA....
1 comentario:
Hoooolaaaaa a todossss
ke bueno ke el blog esta cada dia mejor, y en constante cambio, eso es muy bueno las cosas deben renovarse, por otra parte mo me canso de ver el video ke hiso el raul, ver a tanta gente que ya no esta y que hecho mucho de menos, tenemos grandes personas en la comunidad y se, estoy segura que en este FDS todo va a salir como esperamos…
los kiero muxo
Nayi
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